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Su peor enemigo

Durante la Segunda Guerra Mundial, el torpedero Trinidad de la Armada Inglesa, escoltaba un convoy que se dirigía hacia Murmansk, en Rusia. De pronto un destructor enemigo se puso a tiro, y el capitán dio la orden de lanzarle un torpedo. El proyectil avanzó contra el blanco a 40 nudos. De pronto, y quizá porque el agua ártica congeló su mecanismo de dirección, viró en semicírculo y… ¡embistió directamente al Trinidad! El torpedo hizo un blanco perfecto en quien lo había disparado, y lo puso fuera de combate. ¿Insólito? Por supuesto que sí. Aunque la historia está llena de casos en que por error se han producido bajas como consecuencia de un ataque, no del enemigo, sino de las tropas propias. Si somos observadores, notaremos que algo similar ocurre a nivel personal con más frecuencia de la que imaginamos. ¿No me cree? Déjeme entonces ponerle un ejemplo. Carlos siente un gran rencor contra su antiguo jefe. Nunca lo trató bien, se burlaba de él y de lo que hacía. Daba órdenes usando palabras soeces constantemente. Y para colmo, lo corrió sin prestación alguna, aprovechándose de que él había tomado una pequeña cantidad de un cobro, cantidad que pensaba reponer al cobrar ese día su cheque de quincena. Carlos ya consiguió un nuevo empleo en el que gana bastante más y el ambiente es muchísimo mejor. Se siente seguro y se cuida de no tocar un centavo de la empresa. Pero cada noche, cuando pone su cabeza sobre la almohada, en lugar de conciliar el sueño piensa en aquel antiguo jefe, y sus pensamientos se llenan de odio y de rencor. No se percata de que todos los “misiles mentales” que lanza contra ese enemigo, en quien realmente están haciendo impacto, son en él mismo y en su salud. Dale Carnegie nos dice que si nuestros enemigos supieran las horas de sueño que nos roban y las malas digestiones que nos causan, literalmente brincaría de gusto. Cuando el Señor Jesús nos dijo que deberíamos perdonar a nuestros enemigos “setenta veces siete”, nos estaba diciendo cómo conseguir paz mental y salud.

Lo Negativo:
Odiar tanto a quien consideremos que nos haya hecho daño, que esos pensamientos acaben convirtiéndonos en nuestro peor enemigo.

Lo Positivo:
Comprender la sabiduría de Dios, que nos pide perdonar cualquier agravio, consiguiendo tranquilidad de espíritu.

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