La llamaremos “Leonor”. Me permitió escribir su historia con la condición de guardar el anonimato. Ocurrió en San Pedro Sula justo en esa noche que precede a la Navidad. Tenía unos 10 años y era tan tremendamente tímida que en Santa Rosa de Copán, donde nació, se escondía cuando llegaban visitas a su casa. Sus abuelos maternos vivían en San Pedro. Llegada la temporada de Navidad, toda la familia se reunía en ese hogar. Le gustaba escuchar a tíos y primos platicar y chistear, aunque ella no participara de las conversaciones.
Pero esa Noche Buena no podrá olvidarla jamás. Todos los niños fueron a cenar a la cocina. La abuela los sentó en una banca larga a cada lado de una mesa también muy larga. Su mamá comenzó a servir pollo frito y puré de papas. Frente a cada niño puso un plato. Pero seguramente no vio a Leonor, porque se la saltó. Le sirvió al primo que estaba a su izquierda y después a la prima que estaba a su derecha. Todos comenzaron a bromear y a comer rápidamente. Siendo tan tímida, no se atrevía a pedir. Entonces comenzó a reírse nerviosamente, y sin saber porqué, todos se reían con ella. Una de sus tías sirvió refresco guiándose por los platos y frente a cada uno colocó un vaso. Leonor, que no tenía plato, tampoco tuvo refresco. No se atrevía a pedir la cena, y se sentía tonta por no estar cenando. Cuando finalmente reunió coraje para decirle a su madre lo que ocurría, vio entrar a su tío exclamando: “¡Bueno jovencitos, todos fuera para que coman los grandes!”. Y entre risas y bullicio, salieron al patio a jugar de nuevo. Cuando se hizo tarde, a las niñas las acostaron en el cuarto de la abuela. Finalmente, las voces se fueron acallando y cuando ella juzgó que todas dormían, se soltó en llanto. La abuela la escuchó y Leonor, para justificar las lágrimas, le dijo que tenía dolor de estómago. “¡Debe ser el pollo que te comiste!” Fue a la cocina y regresó con una cuchara en una mano, y un frasco de aceite de ricino en la otra. Dolorosamente tímida, Leonor cenó esa noche solamente dos cucharadas de purgante.
¿Cree usted que la timidez ha hecho miserable la vida de quienes la padecen?
LO NEGATIVO: Permitir que la timidez arruine la vida de la gente, sobretodo en estas fiestas.
LO POSITIVO: Hacer sentir bien a todos, y pasar así una Feliz Navidad.
Compártalo por favor. GRACIAS.
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